lunes, 8 de febrero de 2016

RECUERDO DE KENITRA Y LLEGADA A AGADIR



Un recuerdo de Kenitra

            Al mencionar Kenitra, me viene a la memoria el recuerdo de un episodio que me impactó. En un viaje anterior al que estoy narrando, otro autónomo y yo, un tal Iñaki, de Azkoitia, llevamos a Rabat una mercancía destinada al Rey. Para llegar teníamos que ir por una variante, pero nos fuimos por el centro, porque en el momento que decíamos que era mercancía para el Rey, todo el mundo nos abría paso. Resultó que al venir, quedamos en que íbamos a ir a comer a Kenitra. A veinte kilómetros se notaba el olor de los corderos muertos y colgados al sol en cuerdas apoyados en las paredes, pues no había frigoríficos. Llegamos al sitio donde íbamos a comer, que estaba en la calle, después de haber aparcado el camión en el parking habilitado, y al echar la vista adelante, nos quedamos sin habla durante un rato: no se veía la carne de las moscas negras que había. En mi vida he visto tal cantidad de moscas juntas.

- ¿Vamos a comer? Dije yo.
- Ellos también comen y no se mueren – me contestó Iñaki.

 Así que comimos la carne que elegimos entre las moscas, que un marroquí especializado convirtió en albóndigas con sus propias manos y el sobaco, a una velocidad pasmosa, claro que después de haber sido pasada toda por el fuego. Además la acompañamos de una ensalada que tampoco estaba exenta de moscones. Por suerte, no nos entró ninguna enfermedad.


Paso de un puerto larguísimo en el Atlas hasta llegar a Agadir.

 El día 14 jueves, comenzamos a subir El Atlas y llegamos a un  puerto que tiene 50 kilómetros de bajada y con muchas curvas. Creo que actualmente hay una autopista nueva. Los camiones no tenían ni freno eléctrico, ni freno motor, ni retarder, ni nada moderno. Como ya he dicho, mi camión era un Renault con motor Barreiros llamado entre los profesionales “gitano con gabardina”. Como yo era el que llevaba más peso, me puse el primero para bajar, porque una vez soltado el camión con tantas toneladas cogería mucha velocidad y podría colisionar con los demás por alcance.

Frenando, frenando, con todas las curvas que había y todos los camiones pequeños circulando, en la mitad del puerto los bujes empezaron a echar humo.  Iba intentando retener el camión pero fue imposible. Cuando quedaban unos 20 km para llegar a Agadir lo solté llegando hasta ciento veinte kilómetros por hora. Gracias a que era un falso llano, bajada pero no muy pronunciada, conseguí que se enfriase sin que se prendiera fuego. Los demás se quedaron atrás porque tenían mucho menos peso que yo.

            Como hacía mucho calor, mi hermano Miguel, iba montado en el camión de Gamazo, que tenía aire acondicionado, cosa muy rara en aquél momento, y cuando llegamos a Agadir, al bajar del camión, con el contraste de temperatura, sufrió un pequeño mareo, que hizo que se sentara durante un buen rato.

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Foto mía y del camion con el que realicé el viaje.







ALGUNAS FOTOS

        Me han sugerido la colocación de algunas fotos que ilustren la época. Aquí coloco tres de momento.

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