CAPITULO VI
EL EMBARQUE EN ALGECIRAS
Prolegómenos del embarque
Antes solamente había una entrada en
el puerto de Algeciras. Ahora hay varias. La guardia civil pedía los papeles en
la entrada para saber el destino de la mercancía. Fuimos al parking y le dimos
al transitario los papeles. Mientras tanto, nos acercamos al edificio de embarque
a sellar los pasaportes. El transitario trajo los papeles arreglados y las
órdenes para embarcar que nos decían en qué ferry debíamos embarcar y a qué
hora, porque dependía de si había sitio o no. Nos tocó embarcar al día
siguiente, domingo 10, a primera hora, en el Ferry marroquí “Batouta”.
Allí nos encontramos con los dos
camiones que nos iban a acompañar, puesto que llevaban carga para el mismo
destino. Uno era el Volvo F-10 conducido por Gamazo, que era conocido por “el
peinao” por la forma de su cabina y otro el que llevaba un marroquí que vivía
en Francia, llamado Ahmide. Éste era uno de los dos chóferes de un tal
González, un gallego casado con una francesa, que alquilaba los camiones a San
José. Nos felicitamos por llevar a un autóctono, pues pensamos que al saber el
idioma y conocer las costumbres, nos ayudaría a resolver los posibles problemas
de comunicación que pudieran presentarse.
Mientras hacíamos tiempo hasta
embarcar, nos acomodamos en un lugar estratégico para ver en acción a la
policía de aduanas controlando los coches que salían de los barcos que venían
de Marruecos. Era un espectáculo ver a los perros descubrir en qué coche venía
droga. Había una larga fila de vehículos y el policía se acercaba al primero
con el perro. Soltaba al perro y éste iba directamente y sin dilación hacia el
coche que transportaba droga, aunque estuviera al final de la cola. Siempre
había alguien que traía estupefacientes, y nosotros nos divertíamos mucho
mirando.
Solamente había dos ferrys. Uno era marroquí, el “Batouta”,
y otro español, de Transmediterránea. El nombre del ferry marroquí se lo habían
puesto en honor a “Ibn Batouta”, que fue un viajero y explorador nacido en
Tánger en el año 1.304. Dicen que cubrió una distancia mayor que Marco Polo.
Recorrió África, Europa, Sureste asiático y China. También lleva su nombre el
aeropuerto de Tánger.
Tanto en el “Batouta” como en el barco
de Transmediterránea teníamos que entrar hacia atrás, porque sólo tenían
apertura por un lado, y la cosa era harto difícil. Se rompían espejos y se
llevaban algún golpe las gabarras. Cuando nosotros fuimos a embarcar en el
“Batouta” coincidió que estaba la marea baja, con lo que tuvimos todavía más
dificultades para entrar, pues la rampa de entrada estaba hacia abajo y era muy
peligroso. Lo hicimos todos con mucho cuidado y muy lentamente evitando en lo
posible el roce de las patas de la gabarra con el suelo.
Como el pasaje estaba pagado para
una sola persona, mi hermano Miguel tuvo que ir escondido en la cama del
camión, y con la cortina cerrada, porque hubiera tenido que pagar su billete. En
la entrada del barco había una persona que nos dio una botella de whisky y un
cartón de tabaco. Era un regalo de la compañía que creo que en la actualidad ya
no se da. Con ese regalo podíamos comprar a los policías en Marruecos.
El paso del estrecho nos dejó “vacíos”
Poco después de salir del puerto, se levantó un fuerte
viento de levante, y el barco comenzó a bambolearse. El viento arreciaba cada
vez más y el barco daba unos bandazos increíbles. Aquello fue demencial. Todo
el mundo estaba en cubierta echando por la boca hasta la última papilla. Había
gente de todas las razas y nacionalidades. Los delfines que habitualmente
escoltaban al barco y demás peces, tuvieron comida de sobra.
Nosotros estuvimos
un rato en cubierta y luego nos fuimos al camión a tumbarnos, aunque estaba
prohibido mientras el barco estuviera en marcha. Los excusados estaban
imposibles y era horroroso ver cómo las mujeres marroquíes, con el pañuelo a la
cabeza devolvían encima de las mesas, porque no las dejaban entrar en el bar a
vomitar. El olor dentro del barco era insoportable. Era una mezcla de vómitos,
residuos humanos y vete a saber qué cosas más. Una mujer marroquí cogió una
papelera para vomitar en ella y salió el barman como una bala y la empujó para
que no lo hiciera dentro, así que todo cayó en el suelo. Los viajeros no podían andar sin resbalarse.
Horrible.
Cuando el barco
quiso entrar en Tánger, no pudo porque se lo llevaba la corriente, y falló la
entrada por la bocana, así que tuvimos que volver a Algeciras. Allí estuvimos
con el barco parado hasta el día siguiente, lunes 11 de febrero, que pasó el
temporal. A la segunda vuelta, una vez calmado el temporal, conseguimos entrar en
Tánger. El viaje desde Algeciras a Tánger duraba entre dos horas y dos horas y
media.
Ya no pudimos deshacer la aduana porque los
papeleos en Marruecos, al menos en aquel tiempo eran muy complicados salvo que
fuera un viaje directo para la Casa Real, y tuvimos que quedarnos los días 11 y
12 para terminar los tramites aduaneros. Durante ese tiempo, fuimos de gira por
Tánger.
(continuará)