martes, 16 de junio de 2015

EL EMBARQUE EN ALGECIRAS



CAPITULO VI

EL EMBARQUE EN ALGECIRAS


Prolegómenos del embarque

            Antes solamente había una entrada en el puerto de Algeciras. Ahora hay varias. La guardia civil pedía los papeles en la entrada para saber el destino de la mercancía. Fuimos al parking y le dimos al transitario los papeles. Mientras tanto, nos acercamos al edificio de embarque a sellar los pasaportes. El transitario trajo los papeles arreglados y las órdenes para embarcar que nos decían en qué ferry debíamos embarcar y a qué hora, porque dependía de si había sitio o no. Nos tocó embarcar al día siguiente, domingo 10, a primera hora, en el Ferry marroquí “Batouta”.
 
            Allí nos encontramos con los dos camiones que nos iban a acompañar, puesto que llevaban carga para el mismo destino. Uno era el Volvo F-10 conducido por Gamazo, que era conocido por “el peinao” por la forma de su cabina y otro el que llevaba un marroquí que vivía en Francia, llamado Ahmide. Éste era uno de los dos chóferes de un tal González, un gallego casado con una francesa, que alquilaba los camiones a San José. Nos felicitamos por llevar a un autóctono, pues pensamos que al saber el idioma y conocer las costumbres, nos ayudaría a resolver los posibles problemas de comunicación que pudieran presentarse.

            Mientras hacíamos tiempo hasta embarcar, nos acomodamos en un lugar estratégico para ver en acción a la policía de aduanas controlando los coches que salían de los barcos que venían de Marruecos. Era un espectáculo ver a los perros descubrir en qué coche venía droga. Había una larga fila de vehículos y el policía se acercaba al primero con el perro. Soltaba al perro y éste iba directamente y sin dilación hacia el coche que transportaba droga, aunque estuviera al final de la cola. Siempre había alguien que traía estupefacientes, y nosotros nos divertíamos mucho mirando.

Solamente había dos ferrys. Uno era marroquí, el “Batouta”, y otro español, de Transmediterránea. El nombre del ferry marroquí se lo habían puesto en honor a “Ibn Batouta”, que fue un viajero y explorador nacido en Tánger en el año 1.304. Dicen que cubrió una distancia mayor que Marco Polo. Recorrió África, Europa, Sureste asiático y China. También lleva su nombre el aeropuerto de Tánger.

            Tanto en el “Batouta” como en el barco de Transmediterránea teníamos que entrar hacia atrás, porque sólo tenían apertura por un lado, y la cosa era harto difícil. Se rompían espejos y se llevaban algún golpe las gabarras. Cuando nosotros fuimos a embarcar en el “Batouta” coincidió que estaba la marea baja, con lo que tuvimos todavía más dificultades para entrar, pues la rampa de entrada estaba hacia abajo y era muy peligroso. Lo hicimos todos con mucho cuidado y muy lentamente evitando en lo posible el roce de las patas de la gabarra con el suelo.

            Como el pasaje estaba pagado para una sola persona, mi hermano Miguel tuvo que ir escondido en la cama del camión, y con la cortina cerrada, porque hubiera tenido que pagar su billete. En la entrada del barco había una persona que nos dio una botella de whisky y un cartón de tabaco. Era un regalo de la compañía que creo que en la actualidad ya no se da. Con ese regalo podíamos comprar a los policías en Marruecos.  

El paso del estrecho nos dejó “vacíos”
                       
Poco después de salir del puerto, se levantó un fuerte viento de levante, y el barco comenzó a bambolearse. El viento arreciaba cada vez más y el barco daba unos bandazos increíbles. Aquello fue demencial. Todo el mundo estaba en cubierta echando por la boca hasta la última papilla. Había gente de todas las razas y nacionalidades. Los delfines que habitualmente escoltaban al barco y demás peces, tuvieron comida de sobra.

 Nosotros estuvimos un rato en cubierta y luego nos fuimos al camión a tumbarnos, aunque estaba prohibido mientras el barco estuviera en marcha. Los excusados estaban imposibles y era horroroso ver cómo las mujeres marroquíes, con el pañuelo a la cabeza devolvían encima de las mesas, porque no las dejaban entrar en el bar a vomitar. El olor dentro del barco era insoportable. Era una mezcla de vómitos, residuos humanos y vete a saber qué cosas más. Una mujer marroquí cogió una papelera para vomitar en ella y salió el barman como una bala y la empujó para que no lo hiciera dentro, así que todo cayó en el suelo.  Los viajeros no podían andar sin resbalarse. Horrible.

 Cuando el barco quiso entrar en Tánger, no pudo porque se lo llevaba la corriente, y falló la entrada por la bocana, así que tuvimos que volver a Algeciras. Allí estuvimos con el barco parado hasta el día siguiente, lunes 11 de febrero, que pasó el temporal. A la segunda vuelta, una vez calmado el temporal, conseguimos entrar en Tánger. El viaje desde Algeciras a Tánger duraba entre dos horas y dos horas y media.

             Ya no pudimos deshacer la aduana porque los papeleos en Marruecos, al menos en aquel tiempo eran muy complicados salvo que fuera un viaje directo para la Casa Real, y tuvimos que quedarnos los días 11 y 12 para terminar los tramites aduaneros. Durante ese tiempo, fuimos de gira por Tánger.

 (continuará)