CAPÍTULO IX
FIN DEL VIAJE: VUELTA DE VACIO A MADRID
Visita turística en Marrakech y recuerdo de otro viaje.
Después de descargar y una vez que
arregló Ameyugo el camión, el día 17 domingo, dos días después de haber
llegado, pues se prolongó la descarga de cada camión y el arreglo del de
Ameyugo, nos habían dicho que no había gasoil y nos dimos cuenta que había
venido el camión cisterna, que era más bien pequeño. Aprovechamos el asunto para echar gasoil y
entre los cuatro agotamos el suministro y tuvo que volver el camión cisterna a
Agadir a rellenar otra vez la carga para volver a llevarla a El Aaiun.
La vuelta no fue tan accidentada
como la ida. No sufrimos ningún control,
pasamos la vaguada con marea baja y el camino de cabras lo sorteamos
mucho más fácil pues veníamos de vacío. Como teníamos tiempo, hicimos una parada turística en Marrakech y nos dimos unos paseos por el entorno. Todos sus
alrededores eran muy agrícolas, con unos paisajes muy peculiares. Las casas
tenían una tonalidad rojiza. Se nos hizo tarde y no pudimos entrar a ver el famoso
mercado donde según dicen se dan cita bailarines, acróbatas y vendedores, y que
por la noche se llena de puestos que ofrecen comida.
Según voy escribiendo, me vienen
recuerdos de anécdotas ocurridas en otros viajes, como las que me ocurrieron
cuando fuimos Eugenio Nicolás y yo a Marrakech a descargar para el Rey en los
Palacios que tenía en esa ciudad. Una vez que entramos dentro de uno de los
palacios, fuimos recorriéndolo y en una de las curvas por las estrechas calles,
no podíamos pasar debido a unos arcos de arquitectura árabe, que estaban muy
bajos para nuestros camiones. Nos iba dirigiendo un coche por delante nuestro y
al ver que no pasábamos, nos dijo que esperásemos. Se marchó y al rato volvió
con un camión lleno de personas que traían escaleras y mazos. Sin mediar
palabra se liaron a deshacer la construcción de los arcos y una vez que
teníamos sitio para pasar, lo hicimos y nos dimos cuenta que nada más hacerlo,
se pusieron a reconstruir lo que habían tirado.
A la vuelta, después de haber admirado la ingente cantidad
de cigüeñas que anidaban en la fortaleza, y dirigiéndonos a Casablanca,
Eugenio Nicolás, que circulaba delante de mí, de repente frenó el camión en el
medio de la carretera. Mosqueado, bajo a ver qué le había pasado, y le veo con
una tortuga bastante grande en las manos. Le pregunto qué va a hacer con eso y
me responde que se la quiere llevar a casa. Yo le digo: “¿estás loco?. Vas a
tener líos en la frontera. No te van a permitir llevártela y hasta te pueden
meter una multa”.
Pero él se puso cabezón. La metió en
el lado del acompañante y arrancó con la idea fija de llevársela. Pero a los
diez kilómetros le veo parar en el medio de la carretera. Me bajo y
le vuelvo a ver con la tortuga en la mano y que la suelta en el campo. Le
pregunto: “Y qué haces ahora? ¿No te la querías llevar?”.
Me contesta: “¡¡ Si no para de
tirarse pedos!! No hay quien pare del olor. Me ha dejado apestada la cabina.
Que se quede en Marruecos, que es su sitio”.
Una vez me “colé” en el barco una Navidad
para regresar a casa.
Me ha venido
a la mente que en las fechas que España ganó por doce goles a uno a Malta, que
fue el 12 de diciembre de 1983, yo estaba en Marruecos y me quedé hasta casi Navidad.
Una vez descargado, me encontraba en el paso del estrecho
con González, un compañero francés que trabajaba fijo para San José con sus dos
camiones. Teníamos que cruzar el estrecho, pero Ahamblis, que era el encargado de organizar el embarque de los camiones de San José en Marruecos, no nos dejaba entrar
en el Ferry porque estaba esperando a que llegaran el Guijo y Sánchez el viejo,
que le tenían comprado con tabaco y whisky, y les daba preferencia para entrar
antes que nosotros. Estuvimos discutiendo los dos con él porque queríamos
embarcar, pues había que llegar a casa por Navidad, pero no hubo manera de
convencerle de que nos dejara pasar.
Cuando creyó que nos había dejado
conformes, se puso a hacer otras cosas y se despistó unos minutos desplazándose
hacia otro lado. En ese momento, se me encendió la bombilla, me subí raudo y
veloz al camión y sin dilación aproveché para arrancar e introducirme en el
Ferry detrás de otros camiones que iban pasando. Cuando se dio cuenta Ahamblis,
vino corriendo y gritando, pero ya era tarde. Detrás de mí iban otros camiones
y no se podía volver atrás. Así que yo volví a casa por Navidad, como dice el
anuncio, y mi compañero la pasó en Marruecos. Posteriormente, me dijo que a él
le entraron ganas de haber hecho lo mismo, pero no se atrevió.
Alquiler de caballos, de vacío a Madrid, y
regreso a casa.
Volviendo al viaje que nos ocupa, llegamos sin novedad a Tánger, y Ahamblis se encargó de que
embarcáramos bien para pasar el estrecho. Nos tocó otra vez el “Batouta”, pero
el tiempo se portó bien y fue una travesía sin incidentes. No se podían sacar
dirhan de Marruecos a España, y había que cambiarlos en pesetas para venir, y
así lo hicimos.
Después de salir del barco en
Algeciras, nos enviaron de vacío a cargar a Madrid. Otras veces íbamos a
Sevilla a cargar a la Renault. En cierta ocasión que veníamos de Marruecos
varios camiones, nos mandaron a cargar a Linares, en la Santana y nos hicieron
volver hacia Marruecos de nuevo. Ïbamos cinco o seis camiones y a alguien se le ocurrió
la brillante idea de parar en las playas de Tarifa y alquilar unos caballos. Yo
no monté pero los que lo hicieron, al día siguiente no podían andar, y se las
vieron muy mal para moverse durante el trayecto y la posterior descarga.
Ya en Madrid, nos dispersamos. Cada
uno cargó para un destino distinto. Nosotros lo hicimos para Francia, y
llegamos a casa el día 20 de febrero, miércoles, a las 10 de la mañana. El
viaje había durado 14 días desde que salimos de la sede de San José en
Oiartzun, y lo recordamos mi hermano Miguel y yo como uno de los mejores viajes
que hemos hecho. Hoy en día continuamos con el transporte pero ya no vamos a
Marruecos, nos hemos estancado en la rutina y las cosas son completamente
distintas.