Nos encargan el viaje desde Lyon a El
Aaiún, cargamos y viajamos hacia España.
Llegados al destino y mientras
descargábamos fui a llamar por teléfono. Por entonces no había móviles, había
que comunicarse por medio de teléfonos fijos. Llamé con un teléfono de la
fábrica a la oficina que tenía San José en París, y la mademoiselle Mauriceu
(creo que se llamaba así o algo parecido), me comunicó la nueva misión. Debía
cargar en la propia ciudad de Lyon y el destino era El Aaiún, en el Sahara. Era
una mercancía urgente.
Ya veía el panorama. Los dos
siguientes fines de semana no iba a pisar por casa, siempre y cuando todo fuera
bien, pues podría haber dificultades y prolongarse la ausencia. Pero no puse
objeciones. Por un lado, porque eran muchos kilómetros entre la ida y la
vuelta, que sería de vacío hasta España, y a nosotros nos pagaban por
kilómetro. Y por otro lado porque debido a la gran nevada, no habíamos
trabajado casi nada durante el mes de enero y necesitábamos compensar esa
pérdida. Además, me encontraba en plena juventud y la expectativa de una
aventura como aquélla era para mí irresistible. No podía dejar pasar esa
oportunidad.
Después de descargar y de recoger
los papeles pertinentes, nos dirigimos hacia el lugar de la nueva carga, que no
quedaba muy lejos, a unos veinte kilómetros. Allí nos encontramos con un chófer
de San José, “Pies Sucios”, que estaba esperando a cargar lo mismo que
nosotros. Los compañeros le habían puesto ese mote, pero su nombre era Miguel
Rebollo y tenía entonces un camión MERCEDES. Nosotros teníamos camión RENAULT.
En la empresa de San José, muchos de sus chóferes y alquilados teníamos motes o
diminutivos. De entrada, nos comunicó que la mercancía estaba sin terminar de
hacer, y que había que esperar hasta el día siguiente, cosa que nos confirmaron
en las oficinas. Estaba lloviendo a cántaros. Menos mal que llevábamos libros y
cuando no estábamos en el bar, nos poníamos a leer para pasar el tiempo.
Hubo que desmontar el costado para
cargar, cuando en esa época, los pilares de las gabarras eran desmontables pero
no por piezas, sino enteros, y había que quitarlos a mano, con lo que pesaban.
Los toldos había que recogerlos también a mano, también eran muy pesados, y además
había que subirse encima de los arquillos para desmontar el toldo y para
montarlo. Después había que quitar las cartolas y los arquillos. Por cierto, no
eran de aluminio como ahora, no existían los tautliner. Yo las llamaba gabarras
“Rambo” porque eran todo músculo. Las
gabarras estaban montadas con hierros.
Pero las estructuras que íbamos a cargar eran delicadas y costó
mucho tiempo hacerlo, varias horas. Teníamos una gabarra de dos ejes, y la
carga pesaba bastante, veintitrés toneladas. Nos enviaron a hacer aduana al
aeropuerto de Lyon-Bron, de donde salimos con el camión precintado. Después
vinimos por la autopista de Lyon-Narbonne-Toulouse y desde allí hasta Oiartzun
por carretera nacional, porque todavía no estaba construida la actual autopista.
Revisión en la Frontera de Irún
Al llegar a la frontera de Irún la
mañana del día 7 de febrero, jueves, el guardia civil que estaba encargado de
controlar el paso de vehículos nos hizo entrar en la Explanada de Camiones.
Siempre pasaba lo mismo, cuando había prisa, todo se ralentizaba. Al entregarle
los papeles, el guardia civil iba eligiendo los camiones que debían pasar
revisión, haciéndolos entrar en la Explanada. A los que no les hacía entrar,
les sellaba el TIR y pasaban directamente. Como nuestro destino era El Aaiún,
en África, ya éramos candidatos a revisión, aunque hubiéramos pasado aduana en
Lyon.
El transitario se ocupó de realizar
todos los trámites para conseguir la salida efectiva del camión de la
Explanada. Fuimos a comer a casa y a aprovisionarnos de todo lo que
consideramos necesario. Por la tarde, Pedro Huarte, con su motocicleta, nos
trajo los papeles para poder continuar el viaje. Arrancamos y nos dirigimos
hacia San José en Oiartzun. Al llegar de
un viaje, al comenzar otro, o al pasar
en tránsito, debíamos parar en la sede de la empresa y subir a la oficina.
(continuará con la próxima entrega:
CAPÍTULO IV
LA EMPRESA DE
TRANSPORTES SAN JOSE)