CAPÍTULO III
IDA A LYON Y VUELTA CON LA CARGA DESTINADA A EL AAIÚN HASTA
OIARTZUN
Enganche en el Polígono de Lintzirin,
cambio de moneda y descarga cerca de Lyon.
Dos semanas después de la desaparición de la ola de frío,
el 4 de febrero de 1985, lunes, enganché un remolque cargado en Lintzirin,
polígono sede de la empresa de Transportes San José, para descargarlo al día
siguiente en Chassieu, una localidad francesa próxima a Lyon. Llevé conmigo de
copiloto a mi hermano Miguel, que entonces tenía 17 años, para que fuera
aprendiendo el oficio.
Antes de salir de viaje, nos
asegurábamos de cambiar pesetas por francos en cantidad suficiente para poder
pagar la comida en los restaurantes y las posibles multas, que entonces eran
frecuentes, que pudieran ponernos los gendarmes. Para conseguir cambio, si
podíamos no lo hacíamos en los bancos, que era el sitio más caro, sino en las
tiendas y gasolineras que había a ambos lados de la frontera, que aceptaban
moneda siempre a un precio inferior al cambio oficial. Por si acaso, cuando
entrabas a cambiar te miraban con recelo al principio hasta cerciorarse de que
no eras ningún policía o algo similar. Sabían muy bien con quién trataban al
primer vistazo.
Las multas eran debidas a que algunas veces teníamos que
pasarnos en el tiempo de conducción que se reflejaba en los discos, por ejemplo
cuando estábamos en cola por accidentes y no podíamos aparcar para hacer la
pausa. En esos casos, cuando nos paraban los gendarmes ya sabíamos lo que nos
esperaba. Había veces que llevábamos los discos bien y entonces nos multaban
por llevar una rueda desgastada. Pero
con lo que había que tener más cuidado era con el gasoil, porque no podíamos
pasar más que cien litros de gasoil de España a Francia, y nosotros siempre
llevábamos quinientos. Ahora bien, los gendarmes en la zona fronteriza se
dejaban sobornar. Cuando nos paraban les alargábamos la mano para chocarla con
una moneda de diez francos en ella, les mirábamos a los ojos, recogían la
moneda y nos daban paso. Si no les dábamos dinero, metían una varilla en el
depósito que señalaba hasta dónde llegaba el gasoil y nos hacían pagar la
multa. La mínima era de 600 francos.
En Francia, aparte de lo dicho,
había otro respeto. España es una nación que nunca ha sido de nadie. Sin
embargo, los franceses cuidaban su país. En cuanto pisábamos allí, teníamos que
andar con cuidado con los lugares donde echar la basura, porque cualquiera te
denunciaba. En España no habíamos sido capaces de hacer ni un Centro Routier.
Sin embargo, en Francia desde hacía tiempo había bastantes, con sus servicios
de todo tipo: gasolinera, restaurante, aparcamiento de por lo menos doscientos
camiones, servicios con duchas muy bien servidos, etc. Hoy en día, Francia se
ha globalizado y ya es muy parecida a España, que, aunque seguimos
despreciándola, ha mejorado muchísimo en general. Por ejemplo en las
carreteras, según mi opinión, mejoramos a Francia, aunque seguimos con muy
pocos Centros de Transportes.
Volviendo al viaje, en la radio, que era y es nuestra
compañera más fiel, se transmitían las recientes noticias. España volvía a
abrir la verja que la comunicaba con Gibraltar al paso de vehículos y firmaba
la convención de la ONU contra la tortura. Pero la noticia más comentada fue la
referida al descubrimiento de una evasión de capitales que afectaba a la alta
sociedad, supuestamente organizada por un diplomático, que posteriormente
acabaría en Uruguay después de haber pasado 40 días en la cárcel de
Carabanchel. En España mandaba el primer gobierno del PSOE desde el 3 de
diciembre de 1.982.
(Continuará).