miércoles, 26 de septiembre de 2012

CARACTER VIOLENTO



CARÁCTER VIOLENTO

A pesar de todas las dificultades surgidas durante el viaje, había conseguido llegar a su destino.
 Había tenido un reventón en una de las ruedas traseras del remolque, y tuvo que cambiarla él mismo porque le dijeron que la asistencia en viaje no podía llegar hasta el día siguiente. Al aflojar las tuercas se dio un gran golpe en la rodilla. Al quitar la rueda de repuesto, como estaba todo oxidado, tuvo que utilizar el cortafríos y se dio otro golpe en el dedo que casi se lo revienta. Una vez cambiada la rueda, con un frio del carajo, había patinado en una curva debido al hielo y el camión se había detenido en última instancia al chocar con un bordillo de cierta altura. No había volcado de milagro.

 Además, cuando circulaba por la noche en las inmediaciones de un bosque, un jabalí se había cruzado de repente y le había obligado a realizar una maniobra brusca que había hecho tambalear el camión, dándole un golpe que le había destrozado una aleta. Cuando se encontraba durmiendo en el aparcamiento, un movimiento en el camión hizo que se despertara y al mirar por el espejo había visto una furgoneta pegada a la parte de atrás del remolque, lo que le había hecho salir zumbando como alma que lleva el diablo sin mirar atrás y con el miedo en el cuerpo. Y para rematar la jugada, cuando se encontraba cerca del destino, le pararon los gendarmes y por haberse pasado media hora de conducción del día anterior para buscar parking, le endiñaron una multa que le arregló el viaje.

            Cuando por fin llegó a su destino, casi no se lo creía. Pero le aguardaba una sorpresa peor. En el momento en que fue a entregar los papeles del viaje le dijeron que esa mercancía no estaba destinada a la fábrica a la que había llegado. El teléfono echaba humo. Y el entuerto se volvió a resolver, pero como siempre, en perjuicio suyo. Tenía que depositar la mercancía a unos doscientos kilómetros, en una nueva dirección, pero perdía fecha, y la carga de poco peso que tenía ya adjudicada hubo que anularla y cargar otra peor que la anterior, con mucho peso y peor pagada. Encima tuvo que descargársela él con un traspalé que le dejó la espalda hecha polvo.

            Una vez cargado y sudando, después de haber tenido que desmontar toda la gabarra, echar cinchos y demás cuidados, inició la vuelta a casa, consiguiendo llegar el sábado a última hora de la tarde. No había nadie en casa, pues los hijos, estudiantes ellos, estaban de farra, y la mujer, de profesión sus labores, le había dicho por teléfono que se iba al bar con unos amigos. Se duchó, se cambió, y, cansado como estaba, sin apetecerle en absoluto, salió caminando hacia dicho bar.

            Cuando se encontró con la mujer, estaba tomando algo con dichos amigos, y se les veía muy alegres y animados a todos. Nada más verle llegar, todos dijeron casi al mismo tiempo, echando grandes risotadas: ¡¡ Qué bien vivís los camioneros, todo el día sentados y sin preocuparse de nada y encima forrados!!.

          Al día siguiente, en la prensa aparecía la siguiente noticia: “Un camionero agrede brutalmente a varios amigos en un bar. Parece ser que, sin conocerse las causas, el carácter violento propio de la gente de la profesión afloró de pronto convirtiéndose en un ataque de locura. Fuentes bien informadas afirman que se necesitaron seis personas para sujetarlo y bla, bla, bla…”.

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 Esto es sólo un anticipo de lo que en sucesivos días escribiré de las aventuras y desventuras de un personaje de ficción, pero que tiene que ver mucho con la realidad, llamado "Apolonio, transportista autónomo".
 Advierto de que lo relatado aquí no son hechos reales y que cualquier parecido de lo narrado con la realidad es pura coincidencia.